28 jul 2011

Las 12 Pruebas de la Inexistencia de Dios: Segunda Parte


Podes leer la Primera Parte aca.



PRIMERA SERIE DE ARGUMENTOS

PRIMER ARGUMENTO: EL GESTO CREADOR ES INADMISIBLE

¿Que se entiende por crear?

¿Qué es crear?

¿Es tomar los materiales esparcidos, separados, pero existentes, luego utilizando ciertos principios, experimentados, aplicando ciertas reglas conocidas, reunir, agrupar, asociar, ajustar estos materiales, con el fin de hacer de ellos algo?

No. Esto no es crear. Ejemplo: ¿Puede decirse de una casa que ella ha sido creada? No. Ha sido construida. ¿Puede decirse de un mueble que ha sido creado? No. Ha sido fabricado. ¿Puede decirse de un libro que ha sido creado? No. Ha sido compuesto, impreso.

Luego tomar estos materiales existentes y hacer de ellos algo, eso no es crear.

¿Qué es, pues crear?



Crear... Me encuentro, a fe mía, muy perplejo para explicar lo inexplicable, para definir lo indefinido. Sin embargo, voy a intentar hacerme comprender:

Crear, es sacar algo de nada. Es hacer con nada alguna cosa. Es llamar la nada a ser.

Eso supuesto, imagino que no se encuentra ni una sola persona dotada de razón que pueda concebir y admitir que de nada se pueda sacar algo, que con nada sea posible hacer alguna cosa.

Imaginad a un matemático, elegid el calculador más eminente, colocad detrás de él un enorme cuadro negro. Rogadle que trace sobre ese cuadro ceros y más ceros: podrá esforzarse en sumar, en multiplicar, en librarse todas las operaciones de las matemáticas, y no alcanzará jamás a extraer de la acumulación de esos ceros una unidad. Con nada, no se hace nada; con nada no se puede hacer nada. El famoso aforismo de Lucrecio ex nihilo nihil queda como la expresión de una verdad y de una evidencia manifiesta.

El gesto creador es un gesto imposible de admitir y es un absurdo.

Crear, es, pues, una expresión mística, religiosa, pudiendo poseer algún valor a los ojos de las personas a las cuales satisface creer lo que ellas no comprenden y a quienes la fe se impone tanto más cuanto menos comprenden; pero crear es una expresión vacía de sentido para un hombre enterado, atento, a los ojos de quien las palabras no tienen más valor que en la medida en que ellas representan una realidad o una posibilidad.

En consecuencia, la hipótesis de un Ser verdaderamente creador es una hipótesis que la razón rechaza.

El Ser creador no existe, no puede existir.

SEGUNDO ARGUMENTO: EL “ESPÍRITU PURO” NO PUEDE HABER DETERMINADO EL UNIVERSO

A los creyentes que, a despecho de toda razón, persisten en admitir la posibilidad de la creación, les diré que en todos los casos es imposible de atribuir esta creación a su Dios.

Su Dios es puro Espíritu. Y yo digo que el puro Espíritu: lo Inmaterial no puede haber determinado al Universo: lo material. He ahí porqué:

El puro Espíritu no es separado del Universo por una diferencia de grado, de cantidad, sino por una diferencia de naturaleza, de cualidad.

De manera que el Espíritu puro no es ni puede ser una ampliación del Universo del mismo modo que el Universo no puede ser una reducción del Espíritu puro. La diferencia aquí no es solamente una distinción, sino una oposición, oposición de naturaleza: esencial, fundamental, irreducible, absoluta.

Entre el Espíritu puro y el Universo, no hay únicamente un abismo más o menos grande y profundo que podría ser calmado o franqueado: hay un verdadero abismo, cuya profundidad y extensión, cualquiera que sea el esfuerzo intentado, nadie ni nada podría colmar ni franquear.

Y yo emplazo al filósofo más sutil, lo mismo que al matemático más consumado, a levantar un puente, es decir, a establecer una relación -la que sea- (y con mayor razón una relación tan directa y tan estrecha como la que liga la causa al efecto) entre el Espíritu puro y el Universo.

El Espíritu puro no admite ninguna aleación material, no comporta ni forma ni cuerpo, ni línea, ni materia, ni proporción, ni espacio, ni volumen, ni color, ni sonido, ni densidad.

Luego; en el Universo, todo, por el contrario, es forma, cuerpo, línea, materia, proporción, espacio, duración, profundidad, superficie, volumen, color, sonido, densidad.

¿Cómo admitir que esto ha sido determinado por aquello?

Es imposible.

Llegado a este punto de mi demostración, establezco sólidamente sobre los dos argumentos que preceden, la siguiente conclusión:

Hemos visto que la hipótesis de una potencia verdaderamente creadora es imposible. Hemos visto, en segundo lugar, que, aún cuando se persiste en creer en esta potencia, no se podría admitir que el Universo esencialmente material haya sido determinado por el Espíritu puro, esencialmente inmaterial.

Si, a pesar de todo, vosotros os obstináis, creyendo, en afirmar que es vuestro Dios quien ha creado el Universo, ha llegado la hora de pediros dónde, en la hipótesis de Dios, se encuentra la Materia; en el origen, o en el principio.

Y bien. De dos cosas una: o bien la Materia estaba fuera de Dios o bien ella estaba en Dios En el primer caso, si ella se hallaba fuera de Dios, es que Dios no ha tenido necesidad de crearla, puesto que ya existía; es que ella coexistía con Dios, es que era concomitante con él y, entonces, vuestro Dios no es creador.

En el segundo caso, es decir, si ella no estaba separado de Dios, ella estaba en Dios, y en este caso yo asumo: lº que Dios no es el Espíritu puro puesto que él tenía en sí una partícula de materia, y qué partícula: la totalidad de los Mundos materiales. 2º. Que Dios, conteniendo la materia en él, no ha tenido que crearla, puesto que ella existía; no ha tenido más que hacerla salir, y en este caso, la creación cesa de ser un acto de creación verdadero y se reduce a un acto de exteriorización.

En los dos casos, no hay creación.

TERCER ARGUMENTO: LO PERFECTO NO PUEDE PRODUCIR LO IMPERFECTO

Estoy convencido que si yo sometiese a un creyente esta cuestión: “¿Lo imperfecto puede producir lo perfecto?”, este creyente me respondería sin la menor vacilación y sin el menor temor de equivocarse: “Lo imperfecto no puede producir lo perfecto”.

En ese supuesto digo yo: “lo perfecto no puede producir lo imperfecto” y yo sostengo que mi posición posee la misma fuerza y la misma exactitud que la precedente, y por las mismas razones.

Hay más aún: entre lo perfecto y lo imperfecto no existe solamente una diferencia de grado, de cantidad, sino también una diferencia de cualidad, de naturaleza, una oposición esencial, fundamental, irreductible.

Hay mas todavía: entre lo perfecto y lo imperfecto no hay únicamente una diferencia más o menos profunda y amplia, sino un abismo tan vasto y tan profundo que nada podría franquearlo ni llenarlo.

Lo perfecto, es absoluto; lo imperfecto, es relativo: a los ojos de lo perfecto, que es todo, lo relativo, lo contingente, no es nada; a los ojos de lo perfecto, lo relativo es sin valor, no existe y no está al alcance de ningún matemático ni de filósofo alguno, establecer una relación -la que sea- entre lo relativo y lo absoluto; a fortiori, esa relación es imposible cuando se trata de una relación tan rigurosa y precisa como la que debe existir necesariamente entre Causa y Efecto.

Es, pues, imposible, que lo perfecto haya determinado lo imperfecto.

Por el contrario, existe una relación directa, fatal y en cierto modo matemática, entre la obra y el autor de ella: tanto vale la obra, tanto vale el obrero; tanto vale obrero, tanto vale la obra. Es por la obra que se reconoce al obrero, como es por el fruto que se reconoce al árbol.

Si yo examino una redacción mal hecha en la que abundan las faltas de francesas, en la que las frases son mal construidas, en la que el estilo es pobre y desaliñado, en la que las ideas son raras y banales, en la que los conocimientos son inexactos, no se me ocurrirá la idea de atribuir esa mala página de francés a un cincelador de frases, a uno de los maestros de la literatura.

Si yo dirijo la mirada sobre un dibujo mal hecho, en el que las líneas son mal trazadas, las reglas de la perspectiva y de la proporción violadas, no se me ocurrirá jamás atribuir ese esbozo rudimentario a un profesor, a un maestro, a un artisir, al mismo tiempo que, durante los millones y millones de siglos que, quizá, han precedido la acción creadora, Dios estaba inactivo.

Decir que Dios no es eternamente necesario, es admitir que no lo ha sido siempre, que ha llegado a serlo, que ha empezado a ser necesario, que antes de serlo no lo era, y puesto que es la creación que proclama y atestigua la necesidad de Dios, eso es admitir a la vez que, durante millones y millones de siglos que han precedido quizá a la acción creadora, Dios era inútil.

¡Dios inactivo y perezoso!

¡Dios inútil y superfluo!

¡Qué postura para el Ser esencialmente activo y esencialmente necesaempre entre la obra y el autor de ella una relación rigurosa, estrecha, matemática; luego, el Universo es una obra imperfecta: el autor de esta obra, pues, no puede ser sino imperfecto.

Este silogismo conduce a poner en evidencia la imperfección del Dios de los creyentes y, por consiguiente, a negarlo.

Puedo todavía razonar de la manera siguiente:

O bien no es Dios quien es el autor del Universo (expreso así mi convicción).

O bien, si persistís en afirmar que es él autor, el Universo siendo una obra imperfecta, vuestro Dios es en sí mismo imperfecto.

Silogismo o dilema, la conclusión, el razonamiento resta lo mismo:

Lo perfecto no puede determinar lo imperfecto.

CUARTO ARGUMENTO: EL SER ETERNO, ACTIVO, NECESARIO, NO PUEDE EN MOMENTO ALGUNO, HABER ESTADO INACTIVO O INÚTIL

Si Dios existe, es eterno, activo y necesario.

Eterno? Lo es por definición. Es su razón de ser. No se le puede concebir encerrado en los límites del tiempo; no se le puede imaginar teniendo un principio o un fin. No puede aparecer ni desaparecer. Existe de siempre.

¿Activo? Lo es y no puede dejar de serlo, puesto que es su actividad la que lo ha engendrado todo, puesto que su actividad se ha afirmado, dicen los creyentes, por el acto más colosal, más majestuoso:

La Creación de los Mundos.

¿Necesario? Lo es y no puede dejar de serlo, puesto que sin él nada existiría, puesto que es el autor de todas las cosas; puesto que es el manantial inicial de donde todo brota; puesto que es la fuente única y primera de donde todo ha manado.

Puesto que, solo, bastándose a sí mismo, ha dependido de su única voluntad que toda sea y que nada no sea. Es él, pues: Eterno, Activo y Necesario.

Tengo la pretensión, y voy a demostrarlo, que si es Eterno, Activo y Necesario, debe ser eternamente activo y eternamente necesario; que consecuentemente, no ha podido, en momento alguno, ser inactivo o inútil; que, por consiguiente, en fin, no ha sido creado jamás.

Decir que Dios no es eternamente activo, es admitir que no siempre lo ha sido, que ha llegado a serlo, que ha empezado a ser activo, que antes de serlo, no lo era; y puesto que es por la Creación que se ha manifestado su actividad, eso es admitir, al mismo tiempo que, durante los millones y millones de siglos que, quizá, han precedido la acción creadora, Dios estaba inactivo.

Decir que Dios no es eternamente necesario, es admitir que no lo ha sido siempre, que ha llegado a serlo, que ha empezadoa incompleto, es decir, imperfecto y, pues, no existe; en el segundo caso, Dios siendo eternamente activo y eternamente necesario no ha podido llegarlo a ser; y entonces, no ha podido crear.

Si eso es así, el Universo no ha tenido principio. No ha sido creado.

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