9 ago 2011

Juventud





Dado que ninguna fuerza policial tiene los efectivos necesarios para estar en todas partes al mismo tiempo, el orden se mantiene a través de la fuerza de su nombre, el poder del uniforme. Esto solía ser conocido como "prestigio"; hoy en día se lo conoce mejor como "legitimidad". Aunque es tan intangible como el aire, es tan vital como el oxígeno. Sin ella las cosas se tornan difíciles. Una vez que las autoridades empiezan a perder su prestigio, deben confiar cada vez más en la fuerza, de la que nunca jamás se tiene la suficiente.


En un sentido la legitimidad es la ficción en la que se basa la sociedad. Es al gobierno lo que la confianza es al banco. Mientras todos crean que el banco le pagará al depositante nadie demandará que le devuelvan su dinero. Mientras la mayoría crea que la justicia del Rey es efectivamente invencible, nadie la desafiará. Pero cuando un gobierno se comporta de manera abúlica por un período extendido (o un banco se niega a pagar sin una buena razón para ello) entonces comienzan a crecer las dudas. Tanto la legitimidad como la confianza se ven sometidas a pruebas más severas y una vez que se sabe que ni hay suficiente dinero en el banco para pagarle a todos ni hay suficientes policías en la comisaría para detener a todos, entonces la ficción está condenada.





Se da inicio a un ciclo mortal. Tanto el gobierno como el banco deben pagar con la fuerza o con el dinero de manera más frecuente que la que harían de otra manera. Hay una "corrida" en este recurso clave y entran en bancarrota. Financiera en el caso del banco y política en el caso del gobierno. Cuando la confianza finalmente mengua hasta sus últimos niveles de existencia, la institución en decadencia debe apostarlo todo a su último esfuerzo por restaurarla o afrontar el colapso.


Los lectores de Belmont (el blog del autor) reconocerán esta situación como una que las Tres Conjeturas buscan describir. Es la misma idea: puedes lidiar con una crisis de manera humana y ajustada a los procedimientos sólo si actúas a tiempo y de manera decisiva; mientras tienes confianza como para proveer lo que la fuerza no puede. Pero si dejas que las cosas se desencadenen entonces sólo te quedarán métodos cada vez más draconianos para revertir la declinación.


Lee Smith habla de un concepto similar pero no idéntico del Caballo Fuerte. En las sociedades inestables nunca se apela al debate cívico por el gusto de hacerlo sino cuando otorga ventajas para la supervivencia. Las sociedades del Medio Oriente podrán admirar la belleza de una democracia representativa; podrán maravillarse ante sus libertades y su creatividad. Pero ninguna de éstas contará para nada a menos que el caballo hermoso sea además el Caballo Fuerte.


El Caballo Débil siempre acabará en la fábrica de pegamento. Sé amable entonces, pero nunca vayas a la pista de carreras sin una ametralladora bajo tu manta si quieres ser el Caballo Fuerte.


Los comentaristas en el Club Belmont han acuñado otra idea similar conocida como el Margen de Diseño. El Margen de Diseño es una descripción de cuánto puede doblarse un sistema antes de que se rompa. Una sociedad en la que existe un alto grado de respeto o autoridad y mucho dinero para ocuparse de resolver la cuadratura del círculo tiene un gran Margen de Diseño. Una sociedad al límite en la que el desprecio por la autoridad no sólo es tolerado sino además alentado por la elite cultural es una sociedad con un escaso Margen de Diseño.


Pero aunque el término preferido para esta cantidad sea "legitimidad", "confianza", "caballo fuerte" o "margen de diseño", la idea en la izquierda política desde la Segunda Guerra Mundial ha sido que la sociedad occidental tiene una provisión infinita o casi infinita de ella. Les parecía imposible que una sociedad con un Gran Margen de Diseño pudiera eventualmente convertirse en una con un Pequeño Margen de Diseño. Y aún si ese hubiera sido el caso, ¿por qué tendrían que importar los Márgenes de Diseño?


Siempre habrá otro dólar para distribuir o al cual cobrarle impuestos; otra regulación a imponerse; otra regla de la guerra; otra disculpa que pueda hacerse. Podemos jugar sin importar el hándicap. ¿Acaso no hemos ganado siempre a pesar de todo? La religión y la mitología nacional pueden ser humilladas a cualquier punto que se desee, mientras simultáneamente se cantan loas a las ideologías hostiles. Somos tan ricos que no debería importarnos.


Y aún cuando a las sociedades se les acaba todo, como lo demuestra el desconcertante hecho de que el armario está vacío, entonces se las puede conjurar mediante la impresión de dinero o la venta de bonos. El tesoro está ahí porque siempre ha estado ahí. El Hombre lo tiene. Como último recurso, como nos lo recuerda Jesse Jackson Jr., simplemente podríamos hacer que sea ilegal el no tener "legitimidad", "confianza" o un "margen de diseño" de acuerdo con la Constitución.


O como lo explicó Van Jones, si no tenemos dinero es porque algún bromista nos está escondiendo la pasta. Alguien peligroso como Michelle Bachmann o Sarah Palin. Si te quedas corto entonces "alguien tiene nuestro dinero". Es una gran teoría cuyo único defecto es que no es verdadera. Los recursos son limitados; ese es el postulado fundamental de la economía. Desafortunadamente para aquellos que quisieran rehacer el mundo según sus gustos, sólo hay una cantidad limitada de esto o de aquello. Sólo hay un número limitado de agentes de policía. Sólo hay un número limitado de casas de celulares y electrónica para saquear antes de que todo el barrio quede reducido a cenizas. Y eso es todo. Una vez que se gastó la "legitimidad", la "confianza" o el "margen de diseño", se terminó. De verdad se terminó. Y entonces comenzará la corrida bancaria.


El Daily Mail informa que los manifestantes en Londres se han vuelto tan atrevidos que están literalmente robando la ropa que visten las personas. Una corrida empieza como algo pequeño pero después va adquiriendo energía. Hacia el final no hay idea de dónde acabará todo.


Parece una idea simple y te preguntas por qué no la captan todos. Pero tienes que darte cuenta de que la izquierda, al conseguir la ruina de una sociedad (mediante la degradación de la moneda de su cultura y de su moneda real) siempre empieza y termina con buenas intenciones. Esa es la tarjeta que te saca de la cárcel: el idealismo. Realmente se proponen mejorar el mundo y si los conocieras no tendrías razones para dudar de la pureza de sus motivos. De hecho, ellos están genuinamente tan sorprendidos como los demás cuando no funciona.


La catástrofe, cuando llega, siempre comienza por los niños, los jóvenes, los muchachos, los pibes. Luego fracasa. Pero no te preocupes. Lo intentarán con más fuerza la próxima vez y entonces tendrán éxito. Después de todo, son idealistas.


LA SERPIENTE. La serpiente nunca muere. Algún día me verás salir de esta hermosa piel, una nueva serpiente con una nueva y más bella piel. Eso es el nacimiento.


EVA. Lo he visto. Es hermoso.


LA SERPIENTE. Si yo puedo hacer eso, ¿qué no puedo hacer? Te digo que soy muy sutil. Cuando tú y Adán hablan, los escucho decir "¿Por qué?" Siempre "¿por que?" Ven cosas; y dicen "¿por qué?". Pero yo sueño cosas que nunca fueron; y digo "¿por qué no?" He hecho la palabra “muerta” para describir mi vieja piel que descarto cuando soy renovada. Llamo a esa renovación “nacer”.


EVA. Nacer es una hermosa palabra.


LA SERPIENTE. ¿Por qué no naces una y otra vez como yo, nueva y hermosa cada vez? – George Bernard Shaw, "Volviendo a Matusalén"

Richard Fernández

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